miércoles, 31 de julio de 2013

Despedida a la sencillez

 Lo que se siente cuando decenas de vecinos y amigos te aplauden al salir del trabajo en tu último día después de treinta duros años debe ser muy grande. Mucho. Una puede intuir algo en los días previos, puede oír el susurro de una lengua despistada e incluso percatarse de una mirada que esconde un secreto, pero aún así, no se imagina lo que puede estar sucediendo unos metros más allá. Apagas el ordenador, colocas tu silla y echas un vistazo para comprobar que no te dejas nada, aunque piensas volver para una última misión altruísta con los donantes de sangre. Con la mosca detrás de la oreja, con tu bolso y tus cosas, avanzas sin esperar esa explosión de fervor que te aguarda afuera. Cruzas el umbral de la puerta y súbitamente una muchedumbre con cariño en sus caras rompe en aplausos. Casi sin darte cuenta, ya estás llorando de emoción. Te sube un no sé qué por el cuerpo que no puedes controlar, a mí me pasó en mi 36 cumpleaños, estuve igual casi toda la noche. Ves formas pero no las distingues, la gente te abraza y te vitorea. Reconoces a antiguos compañeros y amigos. Empiezas a ver con cierta nitidez. Notas que estás flotando en una nube y te sientes querida y bien, pero no estás acostumbrada porque siempre has tenido los pies en la tierra. Precisamente ese es el secreto de tan sentido homenaje. Si hubieses sabido que dentro de unos años te iban a hacer tantas fotos, te iban a dedicar una placa, te regalarían un ramo de flores
e ibas a salir en el periódico, ni te presentas aquel día de enero del 84 jajajajajajja.
 Cuando hace tres décadas empezaste a repartir medicamentos, quizá no esperabas llegar tan lejos. Y cuando no había farmacia y ofrecías tu casa, es probable también que no fueras muy consciente de lo que estabas haciendo. No lo sabías pero estabas escribiendo la historia de tu barrio. Porque con personas como tú, como D. Antonio Bermejo, Francisco Abellán, Félix Celdrán, la GITVA y algunas más que ahora no me vienen a la memoria, se construye un lugar bonito donde vivir. Es fácil si le pones ganas y tienes buena voluntad. Lo difícil es mantener el estado de bienestar.
 Dicen que la constancia es la virtud por la que todas las cosas dan su fruto, y en tu caso el dicho viene como anillo al dedo. Te has ido implicando cada vez más a lo largo de los años porque has ido sintiendo como tuyos los achaques de los pacientes de la barriada en la que te criaste. Es como un chico que besa el escudo de su equipo de toda la vida y su entrega es ciega y total. Cada habitante tendrá una historia que contar, un agradecimiento hacia esta persona. Yo tengo lo mejor. La tengo a ella.
 

No hay comentarios: